
Al otro lado de la frontera, allí donde el Lago Vintter acaricia los cielos argentinos, nace un río de aguas esmeralda. Lo llaman Carrenleufú, «el río de aguas verdes», un torrente que serpentea entre montañas y sueños.
Cruza la frontera con el sigilo de un viajero incansable y, al tocar tierra chilena, adopta un nuevo nombre: Palena. A tan sólo 12 kilómetros, un pequeño pueblo lleva con orgullo su nombre y esencia, guardián de historias y tradiciones al pie de los Andes Patagónicos.
El Palena fluye insistente, desde el extremo de la Región de Los Lagos hasta desvanecerse en el horizonte azul. Su viaje de 240 kilómetros, de este a oeste, es un recorrido por lo indómito, por lo vasto y lo inexplorado.
En su encuentro con el océano pacífico, Puerto Raúl Marín Balmaceda se convierte en su último saludo. Allí, el río entrega sus aguas al Golfo Corcovado, bajo la mirada imponente del volcán Melimoyu, cuya cima nevada resplandece como un faro ancestral en las puertas de la Carretera Austral.
El Palena no sólo es un río; es un espíritu que conecta tierras y colonos, un sendero líquido que guía a quienes buscan el verdadero sur, donde la naturaleza escribe su poesía en humectantes recorridos.
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Es increíble la cantidad de aventuras que se pueden vivir en el río Palena